Ising, era la muchacha más bonita de Las Minas. Morenita, de ojos claros muy brillantes, pelo negro, realmente bella, que de tanta belleza ya nadie se acordaba que su hermano Nataniel, fuera el mayor expendedor de narcótico de la comunidad, quien fue expulsado a Honduras.
Cuando Ising cumplió 19 años, el 20 de octubre, sus padres le presentaron a Papang, un afamado dipsómano y violento machista, que era hijo del jefe de la comunidad Mayagna, con quien sus padres ya habían arreglado un matrimonio para esa fecha.
Tras los consejos de su mejor amiga Dikutna, Ising decidió escaparse de ese matrimonio, emprendiendo un viaje hacia Managua, utilizó para su travesía 2 camionetas y 8 buses en total. Casi todos sus ahorros, que eran pocos, los invirtió en el viaje, ella prefería irse de su casa y de su comunidad que casarse con un hombre que la pudiera maltratar y no la dejase vivir en paz.
En la capital, ella no tenía familia ni amistades. Y para sustentarse, no le quedó otra alternativa que trabajar de doméstica, en una casa de una familia pudiente en Altamira. Luego de unas cuantas semanas, Ising recibió una llamada inesperada:
-¿Aló? ¿Familia Cortez? – Preguntó una voz fuerte con aquel acento catracho imperdible.
-Si... ¿Con quién desea hablar? – Dijo Ising, quien no disimulaba su acento indígena.
-¿Ising? Ising… soy Nathaniel – dijo la fuerte voz - Me dijeron que te escapaste, y Dikutna me dio este número para localizarte.
¿Cómo estás? ¿Necesitas ayuda? ¿Por qué no te venís aquí? A mí no me hace falta nada... Tienes que venirte.
-Bueno… ¿Qué hago? – Preguntó Ising ignorando la aventura a la que se metía-
-Ya hablé con un amigo, se llama Carlos Pérez, mañana te llega a ver, seguí sus instrucciones y no va a pasar nada- terminó Nathaniel, y su llamada concluyó.
Como se había acordado, al día siguiente Carlos llegó a buscar a Ising, quien oyó lo que su visitante tenía que instruirle. Ising no sabía que eran las “popas”, una palabra que Carlos dijo reiteradas veces refiriéndose a un tal “cruce”, combinándolas con frases como “Vas sobre sí te las tragas” y “Solo tienes que llevarlas al otro lado”.
En una camioneta roja, vieja, como de inicios de los 90s, Ising y Carlos, salieron hacia Las Manos, punto fronterizo donde hace algunos meses, Manuel Zelaya tocó suelo hondureño después del golpe de Estado. Ese era el lugar designado para aquel “cruce”. Carlos, se sacó 5 bolsitas blancas de su bolsillo, que eran como del tamaño de un meneíto.
Toma – le dijo Carlos, dándole una botella de agua y una de las bolsitas – trágatelas, y anda donde está el “pesca”, preséntale tu cedula y cruza la frontera, más adelante, está el bar “Los Catrachos”. Entra y pregunta por José y le cuentas quien eres. El te llevara donde tu hermano.
Ising hizo lo establecido, se tragó las “popas”, cruzó la frontera y se fue con José hacia San Pedro Sula, donde Nataniel la esperaba. En el trayecto, José observó el brusco cambio en la salud de Ising, se torno pálida, no se dormía porque se despertaba con dolores en el estómago y en la cabeza, hasta que pasó lo peor y aquellos ojos claros brillantes se opacaron hasta cerrarlos definitivamente.
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