lunes, 25 de julio de 2011

Ya fue 19 de Julio

Ya fue el 19 de Julio.
...Muchas cosas grandes ha habido desde entonces,
y seguirán habiendo cosas grandes.

Ernesto Cardenal, Ante una foto (frag).

A 32 años de la revolución popular sandinista, cuyo merito más importe fue el triunfo festivo del derrocamiento de una de las dictaduras dinásticas más crueles del siglo XX, las cosas en Nicaragua han cambiado.

Durante el día, mucho de lo que hice tuvo que ver con la efeméride. Me había preparado semanas antes para esto, había leído tanto sobre aquel 19 de Julio, creo en las palabras de Cardenal, García Márquez, Selser, Cortázar, de aquella fiesta nacional, de los guerrilleros, los tiros al aire de los fusiles armonizados con acordes de guitarras, banderas rojinegras, pero sobre todo ninguna pancarta de algún líder vivo, sólo mártires y héroes, protagonistas indelebles de la historia.

Es agradable ver que ya en las calles de Managua, no hay escombros –o por lo menos, no tan visibles-, no hay aviones bombardeando los barrios orientales, no hay operación limpieza, ni barricadas, la capital no está invadida por los muchachos con fusiles, vestidos de verde olivo, siempre alerta por la Guardia.

Lo que parece anacrónico son las banderas, los colores del frente, -cómo si el tiempo no hubiera pasado- me dije a mi mismo, mientras mi madre narraba el guión cinematográfico de mi “suicidio”: ir a la plaza, yo, un oligarca, nalguitas rosadas, ¿cómo era posible? Si me hubiesen dicho que esto ocurriría hace 2 meses, me hubiera burlado de mi interlocutor en su propia cara. Eso le dije al profe- mascullé para tranquilizar a mi mamá – Sólo veo el ambiente unos minutos y el discurso me lo lanzo en la casa.

Y así fue, llegaban entonces, las comisiones de buses a la Plaza de la Fe, La Juan Pablo II, algunos vacíos pero con banderas rojinegras, otros llenos hasta la zapatilla de personas disfrazadas con camisas del Che, de Sandino, del FSLN, de FNT, camisas que decían JS19, o con alguna consigna propia del partido de gobierno coloreada con la iconografía psicodélica que desde 2007 ha tergiversado toda la escritura publicitaria del Estado. Cada paso me acercaba a un mundo insípido para mi gusto, latas de cervezas y bolsas de agua vacías, botadas en las cunetas, en las calles; Gordas mercaderes bajo toldos pendientes de unos peroles humeantes, vendiendo chancho con yuca, pollito frito, tajadas con queso y ensalada… Las Coca-Colas bien heladas –Las aguas negras del imperialismo yankee—eran ofrecidas a todo el que pasaba a precios muchos mayores que en la pulpería.

Y bajo ese sol inclemente de las 2:30 de la tarde, me rendí. Caminar las 3 cuadras que me faltaban –De la Cancillería a la Plaza-, ya era imposible. De verdad me asombré, no creí que tanta gente estuviera llegando, no creí que el FSLN tuviera tanto “apoyo” – Digo “apoyo”, porque no encuentro otra palabra, días después me contaron que un tío fue a la plaza, digo, tuvo que ir-, no entiendo porque la gente aguantaría el olor a sudor entremezclado con guaro y vinagre de ensalada que se inhalaba en el ambiente, pero me llevé una certeza, un certeza que me desanimo: La elección presidencial la tiene ganada el Frente.

Aunque, Nicaragua, es un país de sorpresa, y quién sabe, en el 90 nadie se lo esperó y las plazas se llenaban.

Bastante conmocionado por el ambiente, me devolví donde mi mamá. Ella había aparcado el carro por el cementerio que queda cerca de SERVIGOB. Lo abordé todavía pensando en lo que escribió Cardenal de aquel 19 de Julio, “En el planeta vuelve a ser otra vez 19 de Julio/ Otra vez después del triunfo” y me costó resígname a darle razón.

Cuando llegué a mi casa, el acto no había comenzado. Ya estaba a salvo de aquel hedor espantoso, pero no estaba menos conmocionado, decidí esperar los discursos viendo un documental de la revolución popular sandinista en sus últimas etapas, en su Ofensiva Final.

Antes de terminar el documental, puse Canal 4 –que suerte la mía, minutos después la señal se “averió”, y sólo canales afines al gobierno tenían la señal- pues ya era tiempo, y efectivamente, comenzaron las palabras de Doña Rosario Murillo a las cuales no les di mucha importa, por debajo de su voz jadeante se escuchaba como tocadiscos el hit de la campaña: “Nicaragua triunfará”, una versión propagandística de la canción Stand By Me, que al propio Ben E. King le pareciera disconforme y arrítmica.

Rigoberta Menchú, la premio Nobel de la Paz de Guatemala, felicitó a Daniel Ortega y a la revolución en su efeméride y entre sus palabras, olvidó nombrar a los mártires, como si el nervio de hablar ante tanta gente le hubiese borrado el disco y sólo se acordase del presidente. Así también habló el líder de partido comunista cubano, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, y Aristóbulo Istúriz, del partido socialista venezolano, quién leyó una carta de Hugo Chávez sobre el aniversario.

En destellos casi-flashbacks, llegué a pensar que lo que escuchaba en la televisión era del real 19 de Julio, del de 1979, las ráfagas de disparos al aire de los compitas jubilosos recién llegados de la montaña, pero cuando alcé la mirada al televisor vi que era pólvora, cohetes que habían sido patrocinados para la festividad o para la campaña, eso no me quedó claro, aunque al final, creo que ahora es lo mismo.

Antes del discurso del presidente, parecía planeada – aunque ahora que lo pienso, pudo ser una coincidencia, una grosera coincidencia-- la sucesión musical: Que se redamen las copas, aquella canción testimonial de los de Palacaguina sobre una plática de Sandino con Sacasa y el heroísmo del primero ante los yankee invasores; seguido, por el retrogrado Gallo Ennavajado, ensalzando al actual presidente, en su actual campaña para el próximo período.

Y comenzaron las porras y la parafernalia para el presidente, incitados por la primera dama. La gente gritaba: ¡Daniel! ¡Daniel! Como si fuera un cantante famoso, claro que toda aquella gente no clamaba por su timbre armonioso, ni por su afinación “espléndida”; Lo que querían era escuchar sus palabras, magnificar su liderazgo, su figura. Esa pudo ser la razón por la que Tomas Borge, estuvo indiferente, inmóvil, como cohibido ¿Habrá visto que esta gente, jóvenes en su mayoría, no reconocían o recordaban la elocuencia de sus discursos, su carisma casi irrechazable se habrá venido a pique? Yo no más digo, por algo se habrá queda distraído.

Daniel comenzó a saludar a los países, Cuba, Venezuela, El Salvador, Honduras, Guatemala, Costa Rica, Vietnam, México, entre otros. Invitó a dialogo a Laura Chinchilla, homologa de Costa Rica, para preparar una brigada ecológica latinoamericana. Sus dones de maestro de ceremonias pudieron ser discutidos, cuando tratando de que la Juventud Sandinista le correara su Nicaragua triunfará – hubiese sido mejor, apegarse a el original “quédense conmigo” (Stand By Me)-, un ridículo silencio se profetó entre la multitud, hasta que luego de dos llamados, la gente le respondió.

Como esas veladas familiares de los colegios, donde los mejores deportistas a final del año son felicitados, llamó a todos los púgiles laureados afines al Frente, lo único que cambió aquí es que fueron los luchadores quienes felicitaran al partido e invitaron a votar por este en noviembre próximo. Pero Daniel no lanzó su campaña hoy. Estuvo muy ocupado solidarizándose por los bombardeos “humanísticos” de Estados Unidos contra la Libia de Kaddafi.

Y ahí el hombre se soltó, su antiguo discurso antiimperialista, socialista, salió a bailar en esa plaza bajo la luz de una concha acústica iluminada y revestida de flores. Y gracias a Dios –¡Sí! Los que antes fueron marxistas leninistas, anti-clericales, odiados por un monseñor que ahora los acompaña, hablan de Dios, y por si fuera poco, hasta citan al anti-comunista enemigo Juan Pablo II, el Papa ¿Quién lo hubiera dicho hace 32 años?- y a los terceristas hubo revolución en Nicaragua.

Una revolución que tiene continuidad en la juventud sandinista, y como en Nicaragua –sigo interpretando sus palabras, por si las dudas comienzan a atacarlos, queridos lectores- siempre hay un héroe, un tío, un hermano que dio su sangre santa que fue victoria, esperanza y luego realidad,-he terminado mi interpretación- devolvió 32 años en un segundo, para proclamar en un país en paz y “libre”: ¡Patria Libre o morir!

domingo, 10 de julio de 2011

EL VIACRUCIS DE SARRIA Y SU RESTAURACION Por Julio Valle-Castillo

A Dn Ramiro Ortiz Mayorga y fam.

Según el documento de la UNESCO que circuló en los medios de comunicación, las obras de arte –imaginería, orfebrería: cálices, custodia, sagrarios, frontales labrados…, ebanistería: coro, púlpito y retablo -- y principalmente las pinturas del Viacrucis del pintor y escultor J osé Antonio Sarria Mejía (1880-¿1945-1948?) fueron los principales argumentos para proclamar a la Catedral de León de Nicaragua, patrimonio de la Humanidad en los últimos días del recién pasado junio.

Parece que se obviaron o no se consideraron caracteres de un alto significado cultural para los valores de esta región que los ostenta nuestra catedral; por ejemplo, ser una de las últimas catedrales coloniales de América y una de las primeras de la época independentista (1746--1860); concentrar las diócesis del sur de Honduras, Nicaragua y Costa Rica; ejemplar de la Escuela arquitectónica Guatemalteca de los de Porras; expresión mestiza , cuya mano de obra o fuerza de trabajo la pusieron los indígenas de los Corregimientos de Sutiava, Quesalhuaque, Posoltega, Posoltegüilla y Telica; la transición estilística que ilustra del barroco mesoamericano, antigüeño, al neoclasicismo, siglos XVIII, XIX y XX, y ser, nada menos, que la tumba (1916) de uno de los mayores poetas de la lengua española, Rubén Darío y otros notables…

Pero en fin, ya se consiguió que fuera declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Catedral para un Virreinato y no para una provincia ganadera, hacendataria y en muchas directrices pobre y en crisis; pero así se lo propusieron los leoneses indígenas, criollos y mestizos en su tiempo.

Fue un acierto de la Fundación Ortiz-Gurdián y sus benefactores empeñarse desde 1998 por lograr el reconocimiento para Catedral y decidirse a restaurar el conjunto de obras pictóricas. Y fue un acierto de la administración del Ingeniero Enrique Bolaños (2002-2007) presentar la candidatura del inmueble debida y ampliamente mente documentada a la UNESCO en París, en 2006, último año de su mandato. Estas 14 Estaciones y los otros murales habían soportado un siglo de clima caluroso, humedad tropical, lluvias de cenizas de los volcanes en erupción y por tanto, gases y acidez, lo que las tenía con la lona reseca, tostada, rota, necesitada de entretelarse; los colores apagados, con hongos y chorreadas de sí mismas.

El nombre de su autor era conocido, pero se ignoraba su biografía, su proyección centroamericana, su aporte docente y otros méritos. José Antonio Sarria Mejía nació en Masaya el 13 de junio de 1880 en el seno de una familia que terminó dispersándose y extinguiéndose en los 80 del pasado siglo XX. De su formación académica poco se sabe: se dice que niño y adolescente frecuentó irregularmente algunos talleres de pintores y escultores masayas y leoneses, lo que nos dispensa afirmar que era un autodidacta: pintor audaz y precoz si pensamos en sus 24 años cuando concluía el mural del “Paso de la Verónica” o “IV estación” en la parroquia de NS de la Asunción de Masaya y en los espacios que tuvo que enfrentar en la catedral de León (3.90 m de al x 4.50 de a y 5 m de al x 8 de a), además de escultor comunicativo del dolor y la espiritualidad.

En 1904 coincidió con una visita pastoral del Obispo Pereira y Castellón por el oriente del país, Masaya, Granada…y al contemplar “La Verónica” invitó a Sarria a trabajar en la catedral, cuya mal entendida renovación estaba iniciando el mitrado con otro escultor granadino, Jorge Navas Cordonero (1874-1968). Sarria y un pequeño equipo de pintores profesionales y aprendices leoneses, como Zaturnino Zapata, José López y José Vargas (firmaron por lo menos tres de las estaciones). se dieron a la tarea que finalizaron unos 5 años más tarde, entre 1909 y 1910. Con toda la capacidad creativa para narrar, componer y retratar, Sarria recibió , a través de Pereira y Castellón, como modelo para su obra una serie de estampas impresas en Suiza, enviadas por el obispo de Colombia. Afortunadamente, en ejercicio de rebeldía y libertad las aprovechó y las invirtió también, transformó las composiciones y la paleta y ocupó modelos al vivo.

Posteriormente, partió a El Salvador donde laboró para algunas iglesias, ya imágenes, ya pinturas. Casado con una salvadoreña regresó a su patria: procreó cuatro hijos, se estableció en el barrio Santo Domingo, muy próximo a la calle 15 de septiembre de la vieja Managua, tuvo su taller , inició en la plástica a los hermanos Gómez Salazar y para su desgracia, se disolvió su matrimonio, lo que lo sumió en crisis alcohólicas y disipación en la bohemia capitalina. Quizá por ello, hacia la década del 40, Rubén Cuadra Hidalgo afirmaba en unas páginas manuscritas, equivocadamente, que era originario de Managua.

En 1922, a raíz del incendio de la Parroquia de Santiago de Boaco, el padre Nieborwski mandó a llamar a Sarria para que repusiera las 5 estaciones que se habían quemado, de modo que asimismo pintó para Boaco en un formato menor, muy personal y diferenciado, y complementó el Viacrucis que había pintado en 1919 un coterráneo suyo, el masaya Pedro Ortiz.

Igualmente talló una de sus últimas obras en 1946 para una ermita de Managua por encargo del todavía padre Monseñor Marco Antonio García y Suárez, entre ellos un “Crucificado”, madera, tamaño natural.

Murió ahogado en un río de Jinotega, entre 1945 y 1948, mientras restauraba unas imágenes y salió a tomar un baño, a refrescarse en las corrientes de aquella ciudad. Dos niños presenciaron su muerte y subieron a propalar la noticia.

Sus murales de formato cuadrangular y arcadas de medio punto se caracterizan no por el “horror vacui”, horror al vacío, sino por la escases de personajes: Jesús con la cruz a cuestas, uno o dos soldados romanos y algún personaje femenino, masculino e infantil, lo cual si bien es cierto contribuye a la concentración y meditación del devoto, también es verdad que resulta inverosímil cuando todo lo sabemos por fuentes bíblicas la calle de la amargura y Cristo bajo el peso de la cruz estaban atestadas de gente y era seguido por la turba y la soldadesca, lanza en ristre, azotes, y tanto a pie como a caballo. En este particular, repito, las escenas son precarias de la dramática aglomeración. Por otra parte, si reparamos que el viaje al Gólgota empezó a eso de las 9 de la mañana, tuvo su momento culminante a las 3 de la tarde cuando se oscureció y tembló la tierra y se rasgo el velo, la muerte de Jesús, porque el descendimiento y la sepultura se pueden ubicar al atardecer, casi al crepúsculo, la iluminación y los fondos de las telas son igualmente inverosímiles. Como en el caso de las caídas, los cielos son muy oscuros y se suponen bajo el sol de la mañana.

No obstante los tres murales del Coro Cordobés tienen más luminosidad y mejor colorido ” la entrega de las llaves a San Pedro” al aire libre, con unos purpuras, azules, blancos, morados y áureas que evocan la paleta tradicional italiana, y “Cristo de pie sobre la tempestad”, con la barca a punto de zozobrar sobre unas aguas agitadas, encrespadas, muy del repertorio romántico. Entre estos reparos y otros respecto a la indumentaria y los instrumentos de la pasión que podrían hacerse, hay que reconocer en justicia que los murales son en verdad hermosos, con virtuosismo en los mantos y túnicas. Algo que me hicieron ver el escritor Mario Cajina –Vega y el artista guatemalteco Luis Díaz. Además se reconocen, muy bien logrados, rostros barbados, fieros, militares, piadosos, mansos, dolorosos, dibujo, movimiento y anatomías proporcionadas y adecuadas, volúmenes, que doblegan a la víctima. Para un artista que oscilando entre los 24 y 30 años, autodidacta como supongo, es verdaderamente merecedor de admiración. Aunque se trate de una sobrevivencia de la pintura de cristianización de la colonia, en el arranque del siglo XX , es coherente con el tardío proceso que ha vivido la plástica nicaragüense, que apenas superaba el retrato burgués del siglo XIX y las estampas alegóricas, bélicas y civiles –propias del liberalismo de la época.

Estéticamente las 14 estaciones cumplen, generan, crean belleza, armonía, contrastes; ideológicamente propagan y ratifican el imaginario de una doctrina y una fe en una sociedad, que la traía desde unos tres siglos atrás; e históricamente pueden apreciarse como dignos antecedentes de la pintura que se desarrollaría a mediados del siglo XX. Hoy, restaurada y puesta en valor, se reivindican al artista olvidado, su obra y el equipo de ayudantes, articulándose una tradición. Un acierto de la Fundación Ortiz Gurdián y un servicio invaluable de los técnicos, con mucho de arte, ecuatorianos Juan Esteban Collaguazo y Eva Jacqueline Alvear, quienes además están haciendo escuela entre los leoneses. No en vano, la UNESCO cifró en la pintura su reconocimiento.

Masaya, Julio de 2011