El nicaragüense es mestizo, hay en nuestro territorio, en nuestros dos litorales y en el centro, una heterogeneidad étnica, tanto por la vertiente indígena como por la española y por la caribeña, en la que convergen náhuatl, chorotegas, y hasta mayas y tlaxcaltecas, misquitos, macrochipchas, andaluces y castellanos, es decir, árabes, asiáticos, afrodescendientes, etc. Se dice que somos extrovertidos, muy hospitalarios, nobles de corazón, provincianos pero tendientes a irnos por el mundo. Nicaraguenses aparecen en muchas ciudades, aún en las más inesperadas. Bromistas, capaces de reírnos de nosotros mismos y de nuestras desgracias –con las famosas burlas de doble sentido, que tanto gustamos hacer--.
Nos acusan de fogosos, como decimos nosotros “encachimbados”, pleitas, volcánicos, pero sobre hay mucha ingenuidad y maleabilidad en sus costumbres. Qué cosas valiosas hemos deformado, olvidado y perdido imitar o importar modas y valores de otras culturas, del norte de América, o sea, los Estados Unidos y del Sur de América. Unos disfrazados del Gueguense y del Torohuaco usan indumentarias marca “Madre in USA” y zapatos tenis. Los chinegros de Nindirí ya no bailan sus danzas guerreras al son de pito y tambor, sino al son de los chicheros. La Navidad posee en Nicaragua su propia música y su propia comida y costumbres, no obstante, los villancicos y las cuñas de radio y televisión son melodías extranjeras. Los jingles que importan de otras culturas a nuestro ambiente. En Cuaresma están canjeando los carnavales propios del Brasil, Panamá o Veracruz, por nuestros desfiles, procesiones, representaciones votivas, es decir, religiosas mestizas. Nuestros bailes ya no son los que eran, tal vez porque los organizadores, no saben la verdadera significación y no hay investigaciones antropológicas. Actúan como colonizados, creen y prefieren la expresión, modos y modas del extranjero, del colonizador a lo nuestro. O bien, porque no estiman el folklore como nuestra cultura popular y lo venden por “la pluma y la lentejuela” y con “el bombo y el platillo” turístico..
Todo en exceso es nocivo para la salud.
Ahora existen un fenómeno con los grupos de bailes, que resulta ridículo e ilustrativo del colonizado. Todas las agrupaciones de danza se llaman: Ballet Folclórico. ¿Ballet Folclórico? El ballet nació en Francia en el siglo XVI, como puede ser algo nuestro, algo que no se origino aquí.
El folklore en las fiestas patronales, cada año se va deformando sino es que ha perdido su verdadero contenido religioso, gestual y rítmico.. Por ejemplo, el rito indígena y español, de bailarle al santo patrón de la ciudad de Masaya, aún la borrachera y las comilonas, profundamente religiosas, pagando las promesas de salud, o de dinero, perdieron el fervor y la solemnidad que algún día tuvieron originadas en nuestros ancestros. La “chicha” de maíz y todos sus derivados ya no es bebida sagrada, ahora se toma por vicio, por alegrarse o para desinhibirse y trasgredir las estructuras sociales y morales o tradicionalñes con las que vive diario.
Los “agüizotes”, del inmensamente náhuatl ahuiltxolotl, las raíces ahuilt que significa espectro, y xolot –No confundir con Xólotl, dios náhuatl con forma de perro, - que es referente al agua; eran una burla de la muerte, reírnos de ella y con ella, bailar porque eso hacemos los vivos y bailar en el cementerio y en las calles de la ciudad, vestidos de espantos, mocuanas, lloronas, ceguas y aparecidos. Digo eran, porque ahora difícilmente se sabe que es agüizote y que no, con la globalización, el “americanismo” ha calado tanto en el pensamiento de nuestra gente que no tiene ni educación ni cultura “aparentemente” (que triste es decir esto, lo admito) que ahora el agüizote significa “el Halloween de nosotros” como le escuche decir a una persona en una entrevista televisada. Estaba de acuerdo con la campaña de “¡Digamos “¡NO!” al Halloween!”, no por el argumento cristiano (que es un poco exagerado a mi parecer, soy hijo de mi tiempo, y he visto tantas cosas catalogadas de “satánicas” que me importa muy poco dicha fundamentación) sino por el trastoque cultural que hay en el fondo y la apariencia. ¿Estamos prefiriendo una costumbre gringa de origen celta que el medo a la muerte, el terrón al Mictlán de nuestras etnias mesoamericanas? Sí es así, que podemos exigir culturalmente de nuestra gente entonces.
El Torovenado de malinche, rural, y de imitación, URBANO, se ha convertido en Masaya en un carnaval de casas comerciales y en un desfile de homosexuales, desnaturalizándolo y adulterando su esencia. Aclaro: NO TENGO NADA EN CONTRA DE LA HOMOSEXUALIDAD COMO OPCION SEXUAL. Sin embargo, vemos que la desinhibición casi total de dichas personas en estas fiestas, no es más que exhibicionismo, incluso, auto escarnio, auto burla. Las aprovechan para lucirse; pero el Torovenado no es para ello. Ahora en muchos puntos de occidente se celebran el orgullo gay, lésbico, etc., con sus carrozas y desfiles.
El día de muertos ya no es aquel día especial para recordar y visitar en familia “a aquellos que se nos han ido” diría mi abuela Ermida. En lo personal, me entristecí ese día. El Cementerio Central de Managua era más un mercado, que cementerio. Eran las 6 de la mañana y ya la gente transitaba dentro y fuera dicha necrópolis. Había vendedores, policías, carretones, caballos, bicicletas, carros, camionetas, gente, más gente, mucha gente. Los puestos de flores son para mí los únicos tolerados, con tanta variedad en colores, olores y tamaño, aunque ya las flores podridas y marchitas exhalan un tufo desagradable. Antes, la gente se iba a comer y a pasar tiempo con sus muertos, ahora muy pocos vamos, por que se nos olvidan donde quedan las tumbas, y con ellas la gente que está ahí.
Lástima que las estructuras sociales clasistas, la pobreza, la ignorancia, la desinformación, los malos entendidos de las generaciones emergentes nos conduzcan a que olvidemos ser nicaragüense, a que perdamos nuestra identidad, nuestra singular manera de ser, creer, comer, actuar, vivir. “De lo único que Nicaragua puede jactarse es de su cultura” dijo mi padre y si perdemos la cultura, ya no seremos nadie ni nada.