¡Pobre mi Nicaragua, cuando se acabaran tus penas!
Alejandro Mejía (CPU)
Realmente, no estoy en contra de la reelección. Tampoco del gobierno actual, aunque ciertos gestos y actitudes de dicho partido para conocidos míos y familiares han sido soeces y hasta inmorales. Sino, más bien de la ambición por perpetuarse en la presidencia de algunos dinosaurios (de “x” o “y” partido político) del panorama político de nuestro país, que evidentemente se potencia, al parecer con el tiempo. La gran pregunta entonces, para nuestra educación cultura política es: ¿Hay vida después de la presidencia?
A mi parecer, si la hay, o por lo menos eso creo. Y mientras más lejos, el efecto tiende a ser más agradable para uno mismo y para el país. ¡Claro! ¡Es sencillo decirlo! Llevarlo a la práctica, si algún día se me maldijera con tal puesto, sería interesante datar. Espero, no darme con una piedra en los dientes en el futuro. Espero que sientan la tristeza de ver las mismas caras en las boletas electorales (las cuales hasta este año, posiblemente usaré) pero siempre hemos visto en el periódico. Quiero ver a alguien que no sea Daniel, o alguien que no sea Arnoldo.
Un ejemplo de que hay vida después de la presidencia, en todo el esplendor de la palabra sería Doña Violeta Barrios, viuda de Chamorro. ¡Que mujer! Primera mujer presidente (UNO, coalición de 14 partidos, 1990-1997) de la república de Nicaragua. Doña Violeta, después de su mandato, se salió del peor circo de Nicaragua: la política. Y ahora, tranquila, envejece como lo tenía previsto: Feliz y sin preocupación. ¡Que envidia!
Cuestionen si les interesa mi siguiente ejemplo: Don Enrique Bolaños Geyer. Presidente desde 2003 a 2007. ¿Quién ha escuchado de él después de su gobierno? ¡Que lance la piedra quien este libre de pecados!
En fin, mucho podremos decir, discutir, razonar... No será la última vez que hablemos de esto. ¡Habrá que ver que haremos!
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